domingo, 24 de mayo de 2009

Segunda visita a Marruecos

Con motivo de la terminación de mi tercer libro, que lleva por título Don Quijote de Ayacata, realicé mi segundo viaje a Marruecos, acompañado de mis amigos Germán Benítez y Norberto Díaz, así como de mi hijo Óscar, que reside en Alicante, quien, por cierto, mantuvo todas sus conversaciones con personas marroquíes en idioma francés, ocasión perfecta para practicarlo, mientras que nosotros lo hacíamos en español, pues todo el mundo lo habla.

Volamos a Tánger, hospedándonos en el Hotel Intercontinental. La estancia fue de jueves 21 a domingo 24 de Mayo.

Una vez allí, el primer movimiento consistió en ir a ver a nuestra querida amiga Francis, profesora del Colegio Ramón y Cajal, en Tánger, quien, una vez más nos invitó a degustar en su casa unas espléndidas viandas, acompañadas de un cuscú, acudiendo, además, nuestras amigas Silvia, directora de la biblioteca del Instituto Cervantes, y Naját, representante de un laboratorio farmacéutico.

La mañana del viernes estuvimos en el Instituto Cervantes, donde conocimos al director, José Manuel Toledo, con quien teníamos cita concertada. Al salir de allí, coche en carretera. Por segunda vez pateamos la hermosa Larache y el pueblo de Alcazarquivir, donde está el antiguo acuartelamiento militar español en que instalaron al personaje central de mi novela, destinado allí como soldado del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Número 4 Nuevamente entablé conversaciones con personas del lugar de edad avanzada, más conocedoras de los tiempos en que situé allí a mi personaje.

Francis, tan encantadora como siempre, nos llevó a cenar esa noche a un restaurante español, creo recordar que asturiano. Nos acompañaron Silvia y Najat, con su marido Junne, así como una amiga de ellos marroquí, uróloga. Cenamos platos españoles acompañados de un Ribera del Duero. Todo perfecto. Al término de la cena, y como plato curioso y desconocido por nosotros, nos llevaron a ver en vivo el espectáculo de la “danza del vientre”, donde, efectivamente, unas muchachitas envueltas en tul, salvo los vientres, que quedaban al descubierto, los hacían danzar al compás de música árabe. ¡Impresionante!

Al siguiente día, sábado, un conductor de confianza de Francis nos trasladó en paseo a la montaña. Allí está el dinero de Tánger, desde los tiempos en que era zona internacional. Chalets, palacios y grandes villas pueblan aquella montaña, plagada de parajes ajardinados, de gran belleza.

El domingo por la mañana, regreso a casa.

Mayo 2009