domingo, 25 de agosto de 2013

A MI AMIGO BENEDICTO


En verdad, en verdad te digo, lector, que el Papa Benedicto XVI  y yo no somos ciertamente amigos. Ni  tan siquiera le he  conocido personalmente. Pero lo han sometido a una serie de situaciones adversas de tal magnitud que lo lamento como si de un buen  amigo se tratara.
 Anunció al mundo su “abdicación”, argumentando que lo hacía simplemente “por falta de fuerzas”, lo que yo, dicho así, no lo creo “ni jarto  ron”, como diría mi abuelo Juan. La denuncia pública de tantos casos de pederastia causados por varones clericales, surgidos muy probablemente por inclinaciones paidofílicas consecuencia del voto de castidad, le han creado un verdadero atosigamiento, viéndose, además, acuciado por muy diversas opiniones emanadas desde dentro de su casa.
De otro lado, el poder financiero de la Iglesia, como sabemos, está concentrado en el IOR (Instituto para las Obras de Religión), más conocido como el Banco Vaticano. Éste le creó importantes  quebraderos de cabeza, hasta el punto de que intentó tener mayor control y más transparencia sobre sus cuentas, que no consiguió por ciertas presiones internas. Al parecer, existe mayor secretismo en el Banco Vaticano que en los pasillos de la Santa Sede.
 Desconozco si Benedicto XVI, aun teniendo una trayectoria conservadora, tuvo alguna vez en su pensante cabeza el deseo o la propensión de inclinarse hacia la necesidad o conveniencia de introducir algunos cambios en las estructuras eclesiales, pues los tiempos corren y ya no estamos en la era del feudalismo. Seguramente hizo algunos intentos, que no llegaron a buen fin. En consecuencia, estos hechos y algunos más que desconozco, y que sí conoce la Curia romana, le hicieron perder su ánimo hasta el punto de que sintió su mente deteriorada, yo diría  aniquilada, como ser humano que es. Así, pues, su marcha no fue por simple falta de fuerzas. 
Se afirma que Dios creó al hombre. Alguien asegura lo contrario, es decir que el hombre creó a Dios desde los tiempos anteriores a Matusalén. En todo caso, lo que sí pienso, leyendo la historia, es que Dios es una cosa y la Iglesia, creada por el hombre,  es otra cosa. ¿Acaso Dios dijo que sus representantes en este planeta con facultad de perdonar las malas acciones tendrían que ser necesariamente varones? ¿Es que Dios dijo, además, que tendrían   que vivir manteniendo, bajo juramento, voto de pobreza, obediencia y castidad? ¿Dijo también que la mujer religiosa de profesión, la monja, sería siempre la sufrida, la esclava y hasta la sirvienta del varón, sin cobrar ni una de las futuras pesetas, como así lo ha sido y lo sigue siendo? ¿A quién se lo dijo? Estos interrogantes que yo me hago  me llevan a reafirmarme en la idea de que Dios es una cosa y la Iglesia, que es quien  ha instituido tales preceptos, es otra cosa.
Y así, a diversos niveles como, por ejemplo, España. El Sr. Rouco, jefe de la Iglesia española, nada ha dicho en relación a los 6.200.000 parados que existen en el país, malcomiendo gracias a las pobres ayudas de familiares y vecinos, mientras que él  come y bebe bien a diario. ¿Qué hace con los casi 11.000 millones de Euros que recibe la Iglesia Católica española, de los que una buena parte proceden del dinero público, sin recortes, al margen  del IRPF?
Tampoco ha denunciado públicamente los casi 15.000 desahucios producidos en  España, así como las vidas perdidas, por suicidio, de algunos ciudadanos, deshechos en su desesperación porque, además de pasar hambre, se quedaban sin techo donde vivir sus familiares, todos en situación de paro.
Por lo visto, la vida de un feto es la única vida importante para este señor. ¿Esto lo denuncia Dios, que dicen que todo lo ve, o la Iglesia? Y, además, se permite atacar al poder civil, que acepta el ataque, para que modifique de inmediato la Ley del aborto. Como siempre, la mujer, por ser mujer, no decide. Las demás miserias que está atravesando el país no las menciona, pues debe estar convencido de que España es un verdadero paraíso, un calco de su palacio. ¡¡Qué poco pudor!! Desde luego, es un varón representante de la Iglesia, la que destrozó a Benedicto XVI. No es un representante de Dios.

                                                                                  Óscar Gutiérrez Ojeda
                                                                                                        Abril 2013

Este artículo se publicó en la sección  “Opinión” del periódico  La Provincia, en su edición del domingo día 12 de Mayo de 2013.


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