Los días corren, las 79 personas que
perdieron su vida corrieron hacia las estrellas y el maquinista del tren no
para de correr en el tren de la culpabilidad, sumido en la pena, la
desesperación y la vida sin vida.
¿Culpable de la desgracia? Todas las
voces dicen que es el maquinista. Ni tan siquiera citan al revisor o
interventor, que cometió la imprudencia—¿o negligencia?—de hablar
telefónicamente con el maquinista durante dos minutos en un momento en que,
sólo viendo el paisaje, muy conocido, sería motivo más que suficiente para no
interrumpir al maquinista.
Yo recuerdo ir en automóvil de
Santiago de Compostela a Vigo acompañado de familiares que llevaban teléfonos
móviles. Esos aparatitos nos indicaban el camino a seguir audiovisualmente.
Llegando a la periferia de Vigo nos indicó el camino más directo para llegar a
nuestro destino, diciéndonos, inclusive, el tiempo que faltaba para llegar. La
llegada a casa de nuestro amigo fue puntual. Y esto ocurrió hace dos años.
Recordando este antecedente, alzo mi voz para decir quién
debe ser el PRIMER CULPABLE de esta desgracia: La RENFE.
¿Cómo es posible que en pleno año
2013 exista transporte de personas por
vía férrea que no disponga de
medios informáticos o electrónicos que superen
lo que un simple teléfono móvil es capaz de hacer? Y si hablamos de alta
velocidad, ¿cómo es esto posible?
Supongamos que el maquinista sufre un
infarto o una pérdida de sentido, aun después de ser sometido a revisiones
médicas periódicas. ¿Quién para el tren?, ¿quién evita un choque?, ¿quién
reduce la velocidad?. ¿Es que desconocemos la fuerza o impulso que producen
toneladas en movimiento?
Ahora, después de la desgracia,
parece que el Presidente de RENFE y alguien más sí conocen esa fuerza y se
quitan de en medio diciendo que de inmediato se tomarán las medidas adecuadas,
tanto en las máquinas como en el trazado de los rieles.
Como decimos en Canarias, después del
conejo ido, palos a la madriguera.
Óscar Gutiérrez Ojeda
Agosto 2013
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